miércoles, 27 de enero de 2016

La política en cuestión, pensando la economía

Los videos que siguen muestran reflexiones de economia política pensadas a partir de las experiência de acción popular, el surgimiento de nuevas identidades y sujetos políticos, sociales y culturales.


Yanis Varoufakis



Thomas Piketty



Álvaro Garcia Lineira


martes, 26 de enero de 2016

Liberdade a Milagro Sala




Milagro Sala, presa política do governo neoliberal de Macri na Argentina. Está impedida de ir, vir e se manifestar por ser opositora ao governo federal e do Estado.

viernes, 22 de enero de 2016

Nueva epidemia cultural

Nueva epidemia cultural
La unicidad de voces en los medios de comunicación está generando una patología cultural cuyos efectos se evidencian en diversas formas de malestar, como sentimientos negativos, inhibiciones, angustia y la ruptura de lazos sociales. Con el objetivo de proteger la salud de la población, resulta necesario regular el discurso promovido desde los medios de comunicación. No se trata aquí de una práctica  de censura ni de un planteo de tipo moral, sino de asumir una decisión fundamental a favor de preservar la salud pública.

Por Nora Merlin*

Edmund Burke en 1787  llamó “cuarto poder” a la prensa debido a la influencia que ejercía en la sociedad inglesa. Con el desarrollo tecnológico, la nominación se hizo extensiva a los otros medios de comunicación, que fueron tomando el espacio público y se convirtieron en la principal fuente de noticias, información, propaganda y publicidad.

En la actualidad desempeñan un rol crucial: configuran la realidad y operan sobre las subjetividades. Esto vuelve indispensable que una concepción democrática incluya no sólo una lógica de las instituciones y de la división de poderes, sino también una distribución justa y equitativa de las comunicaciones. Resulta altamente saludable que se escuchen pluralidad de voces evitando la monopolización de la palabra y la instalación de un discurso único. En la actualidad resulta acuciante considerar lo que se plantea como una amenaza para la sociedad: los medios de comunicación están patologizando  la cultura, generando diversas formas de malestar, como sentimientos negativos, inhibiciones, y la ruptura de lazos sociales, al alimentar la intolerancia, la segregación y el aislamiento. Dado que el amarillismo vende, aumenta puntos de rating, en forma desmedida e insistente, se emiten mensajes agresivos, hostiles, que incrementan miedo, angustia, terror y odio. Los noticieros y los programas de “información” producen informaciones falsas y teorías conspirativas, no comprobadas, de sospecha y complot, dando sustento a la idea de la existencia de un enemigo, todo lo cual provoca sentimientos persecutorios e instala los afectos señalados. Estos funcionan como desencadenantes de enfermedad psíquica al despertar lo traumático, según la ecuación de las series complementarias establecida por Freud en 1915.

La angustia es un afecto fundamental para el desarrollo de síntomas: señala una amenaza para el aparato psíquico, pudiendo conducir a la inseguridad y al desamparo subjetivo. En el artículo “Inhibición síntoma y angustia” (1925), Freud estableció su última teoría de la enfermedad psíquica y dos posibilidades para la angustia: se presenta como una señal o se desarrolla hasta constituir un exceso económico. La primera de ellas  señala un peligro de que resulta amenazante para el aparato psíquico, articulando la secuencia  peligro-amenaza, angustia, defensas y síntomas. La segunda posibilidad de angustia, que Freud denomina traumática, genera un peligro mas grave, y causa un daño psíquico mayor al dejar fuera de juego a las defensas. Ella se manifiesta como una inundación económica que avasalla al yo, dejándolo inoperante e impotente para responder. Esta modalidad de la angustia conduce a la indefensión y al desamparo psíquico, pudiendo llevar al acting out o al pasaje al acto; actualmente se la denomina ataque de pánico. La angustia es un afecto que se define por su compromiso corporal, se manifiesta como  taquicardias, ahogos, sudoración, presión arterial, etc., síntomas que nos indican una afectación somática, dando cuenta de que el riesgo es de tipo psico - físico.

Los medios de comunicación construyen realidad, manipulan significaciones, producen e imponen sentidos y saberes que funcionan como verdades que, por efecto identificatorio, se transforman  en comunes: los medios forman opinión pública.
Las facultades cognitivas, la argumentación racional, resultan insuficientes para justificar el dispositivo de instalación de creencias que funcionan como certezas. ¿Cuál es el mecanismo psíquico y social que da cuenta de la captura que producen los medios de comunicación  de masas? ¿En qué radica la fascinación de un poder que determina identificaciones, elecciones y hechiza? ¿Por qué las personas cumplen órdenes y se subordinan a distintos mandatos, independientemente de sus contenidos?

La problemática freudiana de la libido o el concepto de goce en Lacan - que articula libido y pulsión de muerte -, explican el apego o la subordinación y la obediencia. Estos dos conceptos, libido y goce, permiten echar alguna luz para esclarecer estos hechos. En “Psicología de las masas y análisis del yo” (1921) Freud establece que el funcionamiento de la masa es idéntico al de la hipnosis y el enamoramiento. Sitúa allí la función del ideal del yo, instancia que explica la fascinación amorosa, la sugestión, la dependencia frente al hipnotizador y la sumisión al líder. En la masa, enamoramiento de muchos, cierto número de individuos han colocado un mismo objeto, que puede ser una persona una idea o una cosa, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se identifican entre sí. La eficacia del ideal colectivo proviene de la convergencia de los «ideales del yo» individuales. Basta con que muchas personas invistan libidinalmente un mismo objeto, lo ubiquen  en el lugar del ideal del yo y se identifiquen entre sí, para que se sometan, obedezcan a ese ideal y formen una masa de autómatas, que actúan cumpliendo órdenes.  Las personas aceptan y obedecen de forma incondicional al percibir que el mensaje es transmitido por una fuente investida de autoridad. El psicoanálsis explica esta manifestación como un vínculo transferencial que se establece con un objeto de amor, y por ello se le supone saber, fuente de poder: Freud aconseja a los analistas no abusar de ese poder.

Los medios de comunicación de masas fueron instalándose falazmente como garantes de “La Verdad”. La creencia en una supuesta realidad objetiva y exterior que se representa es una concepción moderna que coincide con el surgimiento de la ciencia. En la post modernidad sabemos que la realidad es una producción subjetiva, que no es exterior, objetiva y ajena al agente que la produce. El concepto de realidad psíquica inventado por Freud, fantasmática, ficcional y subjetiva, fue crucial para dar ese salto epistemológico. Sin embargo y en contra de ello, en la actualidad se mantiene el prejuicio y la creencia de que los medios registran objetivamente una supuesta realidad exterior, que se representa en forma transparente y puede ser filmada.

Como dijimos, el individuo de la cultura de masas ubica a los medios de comunicación en el lugar del ideal, lo que produce una hipnosis adormecedora en la que el sujeto se transforma en un objeto cautivo que mira la televisión, se somete inconscientemente y se consume. Esta concepción tira por tierra la supuesta libertad que otorga la información y los mensajes comunicacionales. Si bien en apariencia amplían la libertad individual, en sentido estricto se imponen, condicionando elecciones, valores e identificaciones. De esta forma operan sobre la subjetividad llegando a manipularla y enfermarla. Frente a este panorama, surgen los interrogantes: ¿dónde quedan las categorías de verdad, decisión racional y autonomía  del sujeto, para filtrar y administrar la información y los afectos que éstas instalan?

Desde otras perspectivas teóricas llegamos a la misma conclusión que aporta el psicoanálisis. De la Boétie llamó fenómenos de “servidumbre voluntaria” a ciertas estructuras de poder que  logran instituirse generando apego a un orden jerárquico. Muchas personas están dispuestas a someterse, llegando en ocasiones a mostrarse entusiasmadas y aliviadas cuando lo hacen. En el mismo sentido, el experimento que efectuara Stanley Milgram a principio de los 60 comprobó que el sujeto se somete a una fuente a la que le confiere autoridad y obedece a ella ciegamente, sin medir las consecuencias de sus actos y sin hacerse responsable de ellos.

El Estado sus representantes e instituciones deben encarnar una función simbólica, de contención y pacificación a nivel individual y social, capaz de garantizar el bien común. Con el objetivo de proteger la salud de la población, resulta necesario regular el discurso promovido desde los medios de comunicación. No se trata aquí de una práctica  de censura ni de un planteo de tipo moral, sino de asumir una decisión fundamental a favor de preservar la salud pública. De la misma forma que se debe garantizar la libertad de expresión, asegurando que los diferentes debates sean transmitidos según un libre flujo de información, el Estado debe hacer respetar la condición de que la información sea veraz y vertida de manera responsable y racional.

Se impone el establecimiento de medidas regulatorias a los agentes comunicacionales, a fin de evitar lesionar la subjetividad de los integrantes de la comunidad. Entendemos que es imperioso hacerlo con celeridad, ante la constatación de la patología que producen los medios de comunicación y que, podemos afirmar, constituye una epidemia en la cultura.





Buenos Aires, 22 de enero de 2016


*Psicoanalista (UBA)
Magister en Ciencia Política (IDAES)
Autora de Populismo y psicoanálisis, Edit. Letra Viva

WORKSHOP DE “PODEMOS” EN LONDRES.



Horacio Luján Martínez[1]

El pasado miércoles 13 de enero de 2016 se realizó un workshop (Theory Lab) de “Podemos” en una de las salas de la Escuela de Artes de la Queen Mary University of London. Dos mesas de panelistas, una que se preguntó sobre quién es el sujeto político de la democracia, quién es ese “nosotros” que ejerce “soberanía”. La distinción entre soberanía nacional y soberanía popular fue el eje, por momentos tácito, en otros explícito, del debate. La otra mesa fue más conversada, intuitiva y hasta profética sobre cuáles serían los destinos políticos de los movimientos sociales alrededor del mundo.
Por eso más que resumir un encuentro que tuvo mucho de diálogo abierto entre los panelistas y el auditorio, prefiero destacar lo que fue el tema central a las preguntas y conversaciones: el concepto de pueblo y su articulación hegemónica.
Decir que Europa se está pensando a sí misma con temor e interés puede resultar una evidencia. El problema de la inmigración está oficiando de “bisagra” entre lo que nos es dado a entender por derecha e izquierda hoy en día. Si el pueblo es un significante vacío, ¿cómo llenarlo con una población marcadamente nómade? El delicado uso de la palabra “patria” por parte de Pablo Iglesias, también nos advierte sobre el impasse que sufre España, la cual, al mismo tiempo que no quiere bajarse de este así llamado mundo globalizado, no abre mano de sus nacionalismos independentistas.
Leo los diarios y veo que Compromís, grupo de izquierda de la Comunidad Valenciana, le quita su apoyo a “Podemos” en nombre de tornar posible esas reivindicaciones nacionales. Me quedo pensando en que, nuevamente, la izquierda se debate y sufre entre la atención a las reivindicaciones universales y las particulares.
En los próximos días y semanas veremos cuál es el futuro inmediato de España y cuáles sus opciones políticas a mediano plazo. Confieso cierta melancolía al respecto.


[1] Profesor del Curso de Filosofia de la PUCPR (Pontifícia Universidade Católica do Paraná) Campus Curitiba. Investigador visitante en el CSD (Centre for the Study of Democracy) de la Universidad de Westminster (Londres, UK), estadía realizada con auxílio de la Fundação CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento do Pessoal de Nível Superior) de Brasil.

martes, 19 de enero de 2016

Es necesario comenzar a buscar nuevas herramientas


El Estado moderno, tal como lo propuso Hobbes, tenía la función de representar un poder simbólico capaz de garantizar la paz, controlar la emergencia del estado de naturaleza ,en el que el hombre era el lobo del hombre, y evitar el peligro de una guerra de todos contra todos,
En la actualidad el mercado tomado por el capitalismo financiero, es el nombre de aquel estado de naturaleza que planteaba Hobbes. Los Estados hoy se muestran impotentes para regular a la bestia mortífera (capitalismo financiero) que conduce a guerras, hambre, explotación entre los hombres y a la desaparición de los sujetos. La bestia engorda su poder a costa de la subjetividad, apropiándose de todo, también de los Estados y estos se presentan como inoperantes para regular el mercado, el consumo, el goce y su distribución.
Afirma Freud que el mayor triunfo de la pulsión se produce cuando ella toma a la defensa y esta última deviene en un modo de satisfacción en el que se produce una fijación. En el capitalismo actual la pulsión se disfrazó de ley y en lugar de regular el consumo, lo exige: “consume todo". El neoliberalismo se alía con el estado de naturaleza (capitalismo financiero) se disfraza de Estado, y ambos trabajan “en equipo” para la destrucción del hombre.
Un Estado tomado por el mercado, como agente regulador del mercado, es del orden del chiste (de humor negro)

Nora Merlin

Horizontes escatológicos neoliberales - Por Jorge Alemán

El neoliberalismo posee una dimensión escatológica. Su época es por fin la que introduce una certeza para el futuro. Una especie de imán irresistible que llama desde el futuro a consumar la pulsión de muerte, esa por la que se interrogaba Freud en relación a su enigmático triunfo. Más allá de los distintos timbres apocalípticos que sonaron a lo largo de la historia, ahora, a izquierda y derecha, ya se sabe que el mundo marcha hacia una catástrofe final y que las decisiones que habría que considerar para poner freno a este desenlace no lograrán su cometido. Esto se podrá diferir, se podrá retrasar indefinidamente, hasta que finalmente se realice. Es en este horizonte, en este plus de certeza alojado en un futuro sin escapatoria, que Jacques Lacan afirmó que el Discurso Capitalista marchaba hacia su "consunción", palabra que intenta designar en castellano un determinado modo de consumirse desde adentro.
Este vector hacia el futuro que cifra el destino mortal de la humanidad se anticipa actualmente en un nuevo "modelo de acumulación primitiva" tan violento como el que describió Marx en el origen mítico del Capital. En ese nuevo modo, la apropiación se consumará mas allá de la forma habitual Capital-Trabajo, se realizará como expolio y desposesión, como lo ha indicado de modo pertinente David Harvey en su tesis de "acumulación por desposesión".
Para todo el mundo ya es posible imaginar un mundo regido por corporaciones que organizarán de un modo cada vez más ilimitado el saqueo general de las materias primas, los recursos naturales y la destrucción absoluta de las soberanías populares.
En un horizonte semejante la apuesta por una lógica emancipatoria, la única contingencia que se puede introducir en aquello que se dirige al futuro, se encuentra con un desafío a tres bandas. En primer lugar, organizarse colectivamente sin sofocar la dimensión singular de la experiencia de cada uno. En segundo, vehiculizar a partir de la experiencia de lo político una transformación del sujeto en relación con lo real del sexo, la muerte y el lenguaje. Y, por último, las nuevas experiencias populares de soberanía deben aspirar a una nueva Internacional transversal al mundo de las corporaciones neoliberales y sus instituciones mundiales sometidas al Capital.
Es evidente que la tarea es enorme, tal vez tan grande como lo fue la aparición de las grandes religiones, pero como ya no se trata de realizar una utopía futura sino de evitar la gran catástrofe, la apuesta merece deseos que la puedan sostener.

lunes, 18 de enero de 2016

Ñoquis

El kirchnerismo produjo la vuelta de la política y la restitución del Estado en su función de amparo y bienestar. Entre las consecuencias de ese período encontramos una construcción populista y una nueva identidad, en las que se puso en juego una cultura militante impregnada de afectos políticos junto con un deseo de comunidad. 
El Estado en su función de protección generó sentimientos de amparo y solidaridad que dieron lugar a nuevas posibilidades de experimentación en la relación con el mundo y con los otros, produciendo una modalidad inédita del lazo social. El kirchnerismo devolvió al imaginario popular algunas palabras que estaban en desuso, tales como política, soberanía, militancia, patria. Surgieron nuevos afectos que se expresaron en la escena pública ‒la alegría, el entusiasmo, la solidaridad‒ y se inscribieron políticamente. 
Se despertó un deseo colectivo que articuló razones, inteligencias libres y productivas, pasiones, que se relacionaron y produjeron comunidad. El pueblo restituyó su potencia de actuar, tomó su lugar como agente y sujeto político.
Como resultado de la construcción popular y de la emergencia de nuevos afectos políticos, surgió una cultura militante. Esta presenta como característica una acción social que tomó un sesgo colectivo con múltiples expresiones, modos de participación y nuevas formas de la amistad: las redes sociales, la solidaridad en los barrios, la articulación de arte, política y derechos humanos, la proliferación de centros culturales, etc. La nueva figura de la militancia, diferente de la épica de los ‘70, está atravesada por Eros, fundada en un nuevo paradigma que pone en juego una ética de la vida. No es sacrificial, inmolada, trágica ni heroica, y no comporta un predominio de la pulsión de muerte. 
El cambio de gobierno suscitado a partir de las últimas elecciones nacionales, produjo un nuevo rumbo y un modelo de país orientado por una concepción neoliberal. El modus operandis neoliberal no es novedoso sino que se repite, el molde siempre es el mismo: intenta transformar el Estado en una empresa privada. La logística propia de cualquier empresa requiere la devaluación de la política, su escamoteo y reemplazo por la gestión, la administración y el marketing. Las utopías, la política y la historia se dan por finalizadas, forman parte de un ideario antiguo, pasado de moda, complicado y conflictivo; es un tiempo para ser posmoderno, pragmático y positivo. Si el Estado, con sus estructuras económicas y simbólicas, se transforma en una empresa, el mercado deviene en garante del poder económico-político. 
El gobierno de  Cambiemos  comenzó su gestión realizando una ola de despidos  bajo el argumento que se trata de militantes ñoquis. ¿Por qué plantean como una disyunción el trabajo y la militancia? ¿Cuál es la razón que explica que no se pueda trabajar y militar conjuntamente? Los brutales despidos que se producen actualmente en Argentina están siendo llevados a cabo mediante procesos irregulares y listas negras, constituyendo una verdadera caza de brujas contra militantes y el retorno de una política macartista de persecución ideológica. Lo no dicho es que la concepción neoliberal precisa imponer una gestión sin que haya militantes, voces del pueblo o democracia callejera demandando. Es necesario amordazar a los sujetos y hacer que se conviertan en engranajes de la gestión, meros objetos pasivos que cumplen órdenes y se someten al amo de turno (el capital financiero internacional y sus filiales locales).
El gobierno de Cambiemos está cometiendo un error fatal: la paz y disminución de la conflictividad social no se obtiene con despidos, censura, persecución a militantes o amenazas a los trabajadores, sino con una vida comunitaria, constituida por afectos activos y reconocimiento del otro. Sólo un tránsito común entre pueblo y gobierno puede causar un deseo de comunidad capaz de metabolizar las pasiones en afectos activos generadores de una práctica colectiva. El gobierno de Macri no conseguirá la mentada armonía suprimiendo la libertad con represión y cancelando el poder del cuerpo colectivo. 
Todo indica que volvemos a una época en que ser joven, militar en política y querer hacer lo común entre todos, se torna peligroso
Nora Merlin

martes, 12 de enero de 2016

Neoliberalismo: totalitarismo y democracia - Por Jorge Alemán

Durante el siglo XX existió una experiencia inédita que mostró y volvió definitivamente patente un aspecto que anudaba la organización colectiva con el terror, el llamado Totalitarismo. Más allá de los distintos análisis que intentaron interpretarlo en su verdadera esencia, casi todos coinciden en que dicha formación histórica, admitiendo la diferencia crucial entre el estalinismo y el nacionalsocialismo, intenta asegurar su cohesión, su plenitud como identidad, su clausura como sociedad consistente y realizada desencandenando una lógica de terror y eliminación de toda existencia que se perciba como amenaza de la totalidad alcanzada.
Después de Aristóteles la gran invención política moderna ha sido el totalitarismo como un estado de terror capaz de llegar a capturar en sus redes al lenguaje mismo. De esta experiencia siniestra de la política, surgieron distintos pensadores que intentaron pensar la democracia, como el auténtico reverso y cura del totalitarismo, como la auténtica prevención y “cura” de la vocación totalitaria. Para estos autores, la democracia como tal, debía presentarse como una estructura parcial, siempre mejorable, inacabada y constituida a partir de un vacío que no fuese posible colmar ni clausurar por un líder o una ley racial o una ley “científica de la Historia”. Así las democracias occidentales hablaron a través de sus representantes el idioma dilecto, tanto a izquierda como a derecha, del antitotalitarismo.
Pero en esta nueva mutación del capitalismo, que denominamos neoliberalismo, la disyunción totalitarismo o democracia se ha vuelto opaca y enmascara una nueva cuestión, que las verdaderas decisiones que toman los mercados no son nunca votadas, y que es el neoliberalismo el que funciona como un dispositivo con pretensiones totalizantes, tanto intentando cerrar toda brecha social que muestre la heterogeneidad inevitable de lo social, como el de negar cualquier antagonismo con el nombre de “grieta”, “crispación” y finalmente denunciando como “totalitaria” a las experiencias populares que por desear no seguir los pasos del Amo corporativo necesitan sostenerse en un discurso ideológico que exige una militancia social que va mas allá de la vida institucional, vida, que hasta el momento de las experiencias contrahegemónicas populares, desfallecía en un inmovilismo inerte.
Un ejemplo claro de todo esto es el actual gobierno argentino, el que se anunció como un gobierno “liberal”, “republicano” y democráticamente inspirado por los tonos de la autoayuda y el coach. Han bastado apenas unos días para observar la verdad de lo que estaba en juego. Primero, sus mercenarios mediáticos de las grandes cadenas se encargaron de mostrar al gobierno popular como totalitario, preparando de este modo la deslegitimación pertinente que les permitiera hacer cualquier cosa, reprimir como hacia años a los trabajadores en la calle, atentar contra los centros de derechos humanos con amenazas de bombas, presentar a los intelectuales y artistas que apoyaron el proyecto popular anterior como abducidos (utilizando la adhesión a Hitler cómo fenómeno explicativo) o en todo caso contratados por el Estado. Por ello, como están desmontando un estado totalitario, que además había construido un relato sobre su aventura la intención ilimitada de destruirlo se manifiesta en toda su potencia, incluso sin calcular en la propias condiciones de gobernabilidad, que aún el proyecto neoliberal tiene que demostrar.
En cualquier caso se ha producido, por las exigencias de seguridad y los protocolos de control que la gobernanza neoliberal exige, una transformación perversa de la oposición entre el totalitarismo y la democracia. Ahora es el neoliberalismo, cuyo verdadero funcionamiento es el de un nuevo “estado de excepción”, el que tendencialmente no podrá ser regulado democráticamente, el que despliega su vocación totalitaria al modo de un festival, mientras acusa de totalitaria a cualquier experiencia, que desee, ya no atentar contra la propiedad privada o alentar la propiedad colectiva, sino incluso a aquellos proyectos populares que sólo deseaban la existencia de la inclusión social.
Que los ricos nunca atentan contra ellos y votan por quienes los saben custodiar y en cambio un gran segmento de la población se entrega al proyecto neoliberal no es ajeno a lo que venimos invocando aquí. El neoliberalismo seduce y atrapa con lo ilimitado, con el comienzo absoluto, con el presente permanente de la tv, con la inmediatez sin rodeos de los medios técnicos y con un nuevo tipo de identificación propio de la pulsión de muerte en su expansión democrática, ser capaz de hacerme un gran daño, incluso perder todo con tal de destruir al otro. Hacerse la victima para poder matar, así el nuevo gobierno neoliberal argentino, llama al “amor” que el supuesto totalitarismo anterior no entendía porque asumía confrontaciones, mientras prepara la devastación general.
* Psicoanalista y escritor.

En Página12, 12 de enero de 2016.

Raúl Zaffaroni sobre la CEO-política

–¿A qué objetivo apunta la presencia masiva en el Estado de cuadros que fueron gerentes generales o vicepresidentes ejecutivos de transnacionales?

–Sinceramente creo que no es un plan. Es más simple: se trata de una forma que adquiere la etapa superior del colonialismo que vivimos. Hoy se acabó el neocolonialismo. En el mundo mandan y compiten las corporaciones en el mundo. Ni Mr. Obama ni Frau Merkel están haciendo lo que quieren, sino que el poder político en todo el planeta está sitiado por corporaciones transnacionales a cargo de burócratas que son los CEOs. No son los dueños del capital. No son Henry Ford ni el gordo con cadena de oro y habano de las caricaturas de La Vanguardia de hace cien años. Son gerentes, burócratas que tienen por misión obtener la mejor renta en el menor tiempo para su corporación. Si no lo hacen serán desplazados y sustituidos por otros que esperan su turno. Por eso digo que no es un plan sino una nueva forma de virreinato. Simple y sencillamente. Mandan ellos, es decir las corporaciones transnacionales con sus agentes en funciones políticas. No hay un partido político en combinación con el “establishment” y que funciona como fusible. No. Directamente han tomado el poder, sin mediación política. Ya no nos ocupan por medio de oligarquías ni por nuestras propias Fuerzas Armadas alienadas en Panamá o en cursos dictados por fascistas franceses. Lo que sucede es que las corporaciones toman el comando de la economía y de la política a través de sus CEOs. Es un fenómeno nuevo dentro del marco del colonialismo, que debe leerse en clave mundial. Mientras analizamos este fenómeno pienso que debemos ser profundamente autocríticos con algo que falla. No nos hemos ocupado de las instituciones. No les dimos pelota. El campo popular no pensó en eso y el campo jurídico tampoco, y no sé cuál es más responsable de los dos. Los políticos tienen la disculpa de que su actividad es sumamente competitiva, propia del día a día, pero los juristas tenemos el deber de pensar porque estamos más lejos de la competencia cotidiana. No podemos confundir una democracia republicana con una democracia plebiscitaria. Si las confundimos llegaríamos a la conclusión de que Hitler y Mussolini eran demócratas. No es así: el que gana debe respetar a la minoría, porque debe dejar intangible el derecho de la mayoría a cambiar de opinión. Y esto debe estar establecido claramente en una ingeniería institucional que impida que la mayoría coyuntural haga cualquier cosa. Esto que está pasando nos pone sobre el tapete la realidad de que no tenemos la mejor Constitución del mundo, sino un texto de 160 años remendado a los ponchazos, en forma inconstitucional en 1957 y en forma constitucional en 1994, pero con urgencia para garantizar una reelección, sin mayor reflexión institucional ni valorización del parlamentarismo, por ejemplo. Hoy pagamos las consecuencias. Por eso digo que el campo político popular debe hacer su autocrítica. Es indispensable.

Trecho de la entrevista de Martín Granovsky a Raúl Zaffaroni (Página12, 10 de enero de 2016).

domingo, 10 de enero de 2016

Capitalismo y democracia - Por Jorge Alemán

El Capitalismo en su modalidad histórica neoliberal funciona como un estado de excepción sin golpe militar. A partir de normas y procedimientos de apariencia institucional, se destruye progresivamente a la democracia como sede de la soberanía popular. Los pensadores que presentan un anudamiento estructural entre democracia y capitalismo deberían revisar su posición. El Capitalismo cada vez necesita menos de la democracia, si entendemos por la misma la posibilidad de inventar desde lo Común distintas prácticas que permitan la emergencia del sujeto y no la fábrica Neoliberal de subjetividades, sólo comandadas por el plus de gozar. En los planes Neoliberales cada uno se imagina realizar su propia subjetividad mientras que, a la vez, se homogeneiza y nivela todo incluyendo procedimientos represivos de distinto calado. Miremos nuestro alrededor.

viernes, 8 de enero de 2016

AÑO NUEVO VIEJO



Horacio Luján Martínez[1]


Terminó 2015, año complicado y complejo como pocos. Año de supuesta ascensión del conservadurismo en Latinoamérica. Tiempo de hipótesis y conjeturas sobre si estamos ante un fin de ciclo de los gobiernos llamados “progresistas”. Conjeturas que oscilan entre la hipótesis de un pueblo engañado o cínico, o sobre el carácter cíclico de una virtual psicología de masas que prefiere “querer la nada a no querer”. Así, en Argentina se piensa en la seducción de un marketing que llevaría al “pueblo” a votar contra sus propios intereses. Algo parecido ronda los análisis sobre el pedido de “impeachment” a la presidenta Dilma Rousseff en Brasil.
            Este 2015 termina con sabor a 1955 en Argentina y con sabor a más de lo mismo en Brasil: la elite que no soporta mejoras básicas de aquello que llamamos de “calidad de vida” en sus clases más vulnerables.
            Por eso los votos con y de buena voluntad deben ser estratégicos. Hay mucho para hacer en Sudamérica. No se falló, lo que no es lo mismo que proclamar infalibilidad: las fuerzas nunca se equilibran, por eso son fuerzas. Una fuerza política sólo procura el consenso cuando perdió o cuando ese consenso oculta las pautas de rendición de la oposición. Dejo sentado un truísmo: en el juego de la política, como en todo juego, se gana y se pierde.
Dicho esto, creo que debemos realizar una mirada retrospectiva que tenga impronta de reinvención. Alguien postuló la “desmitologización” y la “descaudillación” de la política. Pensamos que no hay mito mayor que el de creer que se puede pensar sin mitos o creencias. Quiero decir: nadie domina todos los presupuestos embutidos en su discurso ni las consecuencias que éste puede llegar a tener. Todo uso de lenguaje carga una “cosmovisión” de la que raras veces quien discursa, afirma o enumera, es consciente.
El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein hace – en su libro “Sobre la certeza” – una distinción que intuyo religiosa y hasta centenaria, entre “la inocencia del que nunca fue tentado y la ingenuidad que se conquista”. Ser ético en política y serlo de modo auténtico no es “ser inocente”, este fue el mito dañino que nos hizo creer que sólo podría hacer política honesta quien no fuese político de carrera. El resultado es la troupe de deportistas, artistas y cómicos que emergieron con la dudosa espontaneidad que les daba un escepticismo ampliamente distribuido y compartido por la ciudadanía.
            Lo que pienso como una “conquista de la ingenuidad” es estar a la altura del mito que congrega como comunidad a un grupo de personas que comparte algunos criterios éticos básicos. La oposición se cansó de hablar del “relato kirchnerista” queriendo concluir con esa expresión, que habría engañadores y engañados. Las manifestaciones y convocaciones espontaneas demuestran lo contrario: muestran a un pueblo que sabe lo que hace y que está a la altura de sentirse soberano como para pagar los costos de un proyecto común.
            La reivindicación de un proyecto inclusivo de país es la “ingenuidad” con la que queremos vivir. Digo “ingenuidad” pero hablo de “ingenuidad conquistada” porque sabemos que vamos a recibir el golpe bajo de una oposición que se maneja y alimenta con cinismo. Las promesas de campaña olvidadas al día siguiente exhiben a que vinieron los que vinieron.
            Por detrás de una cumbia mal cantada y peor bailada lo que hay es una exigencia de inocencia: la de que los “eficientes tecnócratas” son buenos porque trabajan en función de resultados racionales.
Coreografía que sólo puede acabar con el desolador espectáculo de un teatro abandonado.


[1] Profesor del Curso de Filosofia de la PUCPR (Pontifícia Universidade Católica do Paraná) Campus Curitiba. Investigador visitante en el CSD (Centre for the Study of Democracy) de la Universidad de Westminster (Londres, UK), estadía realizada con auxílio de la Fundação CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento do Pessoal de Nível Superior) de Brasil.

miércoles, 6 de enero de 2016

Populismo

Populismo por Ernesto Laclau





El devenir del kirchnerismo - Por Jorge Alemán

Es indudable que en una mirada retrospectiva, el kirchnerismo constituyó su fuerza política en función de distintas alianzas y que las mismas estaban atravesadas por distintas posiciones heterogéneas: Duhalde, Cobos, Massa, gobernadores, etc. Este trayecto, en principio, parecería indicar que el kirchnerismo -si pretende volver a alcanzar su protagonismo dentro de cuatro años- debería estar muy atento a esas posibles alianzas, volverlas a recomponer, incluso a seducirlas una vez más con el proyecto transformador. Los que argumentan de este modo sostienen, con razón, que el kirchnerismo como fuerza única sería una fuerza aislada y cuasi periférica que, en el mejor de los casos, alcanzaría un segmento más o menos amplio pero no triunfante.
A esta posición, sólo me permito añadirle una observación para el debate y es que el kirchnerismo realizó ya un trayecto que constituyó una nueva experiencia de lo político donde aquellas alianzas de entonces han quedado desbordadas por dicho camino. En otras palabras, no se trata de hacer del kirchnerismo una corriente elitista o marginal sino de tomar nota de hasta donde llegó su transformación de la cultura política argentina. El kirchnerismo es una versión del movimiento nacional y popular de origen peronista que ha introducido rasgos diferenciales, articulando distintas tradiciones, legados y elaboración de proyectos que ya no permite ninguna táctica de alianzas con la derecha, sea peronista o radical. Por muy pertinente que sea la "autocrítica", en estos momentos, sería un error autoinculparse y no asumir que estos 12 años han trazado una nueva frontera.  Ahora que un poder neoliberal se ha apoderado del Estado es más necesario que nunca darle la forma adecuada al antagonismo. Por supuesto que tiene que haber alianzas e incluso que tienen que surgir nuevas sensibilidades políticas que en su heterogeneidad deben ser articuladas, pero las mismas deben surgir por abajo: desde el malestar real y desde los efectos inmediatos del poder neoliberal, desde el inevitable desgaste y erosión de lo social que ya se está produciendo.
El kirchnerismo no es una interna, es el nuevo punto de partida de un movimiento nacional y popular de una izquierda diferente a sus versiones clásicas o posmodernas. Dicho de otro modo, es la pieza clave de un nuevo bloque cultural contrahegemónico al neoliberalismo. Cuando desde supuestas posiciones de izquierda se le imputa al kirchnerismo haber convivido con la lógica del capitalismo, esto es, efectivamente, cierto. El kirchnerismo ni siquiera tomó el Estado, estuvo apenas en el gobierno organizando, en la medida de sus posibilidades, una fuerza contrahegemónica. Por eso, hablar desde un exterior al capitalismo es un error "metafísico" de la izquierda que en su caracterización de la experiencia kirchnerista no logra entonces explicar por qué la derecha mundial organizó un ataque sistemático y planificado contra la misma. Ademas debería tomar nota definitiva porque han sido los centuriones de la derecha neoliberal los que hace tiempo estaban esperando su oportunidad.
Sería un grave error entonces que el kirchnerismo se reduzca a un mero estado asambleario, como también lo sería que se sofoque en la mesa de negociaciones políticas. Es verdad que, en esta perspectiva, nada es seguro, pero como suele suceder siempre, ninguna apuesta seria e importante lo es.


En Tiempo Argentino, 6 de enero de 2015