Horacio Luján
Martínez[1]
Subiendo a las corridas los largos escalones del
Central Hall de Westminster, ya que mantengo intacta mi capacidad de perderme
en los túneles y galerías del subte (Underground) londinense y llegaba tarde,
me dejé conducir a uno de los pocos lugares vacíos de la vieja Methodist Church
donde se desarrollaba lo que era una mezcla de
“meeting” del Partido Laborista, a pesar de la ausencia de Jeremy
Corbin, y una emotiva reunión abierta al
público en oposición a los planes de austeridad de Mr. Osborne, tal como fue
llamado durante toda la tarde el vocero del oficialismo británico. La tarde de
ese sábado 21 de Noviembre, nublada y fría como pocas en estos días, contaba
con la esperada presencia del ex ministro de Economía de Grecia: Yanis
Varoufakis. El encuentro se realizó bajo la convocatoria “Fighting Austerity. Building
the Alternative” (Luchando contra la austeridad. Creando una alternativa) y
contaba con la bien humorada presencia de John McDonnell, líder y vocero del
Partido Laborista.
Es en el contexto de una conferencia dada en el
corazón político de Londres y a menos de ocho días de los atentados en París, que
debe entenderse sin ironía la apelación que Varoufakis hizo a la “civilización
británica”. Un pedido reforzado al final de la conferencia con una advertencia
amistosa: “ustedes no pueden escapar de Europa”. Precisamente porque los
acontecimientos en París, Beirut, Damasco, Mali a los que el ex ministro
enfatizó como merecedores de una solidaridad equivalente a la recibida por los
parisienses, son los que alimentan los “peores instintos del establishment”.
Pero, advirtió Varoufakis, antes de esos eventos ya caía un “velo” (aquí sí
utilizó la palabra “veil” de un modo nada inocente) de insatisfacción sobre
Europa.
En realidad este debate no sólo no es ajeno a
Latinoamérica sino que se desarrolla de modo claro en estos días con la
victoria de Mauricio Macri en Argentina y la inestabilidad política que
atraviesa Brasil: es la discusión sobre el papel del Estado en relación a la
economía. Apoyándose en números e índices económicos de Inglaterra y Europa en
general, llamó a fiscalizar a las grandes corporaciones, no tanto para ejercer
algún tipo de punición como para, si me es permitida una palabra cargada de
religiosidad, “convertirlas”. ¿Qué significaría esta conversión? Llevar a cabo
lo que él mismo llamó de una retomada de un “new deal” a la Franklin Delano
Roosevelt: así como hubo un pacto entre el estado y los trabajadores para
escapar de la Gran Depresión en los Estados Unidos de América, debemos pensar
en términos constructivos y creativos – continuó - para salir de esta crisis,
de la cual los refugiados sean tal vez la imagen más dolorosa.
Varoufakis llamó a utilizar los “mecanismos políticos”
que la democracia liberal posee para estimular inversiones. Estos mecanismos
fueron resumidos en tres breves aunque complejas fases 1) tasar las ganancias
que no son reutilizadas para inversiones en lo que llamamos “el aparato
productivo”, pero también liberar de tasas a aquellos que se arriesgan a la
inversión que posibilite la creación de empleos; 2) juntar a las mejores mentes
de esta época, tal como fue hecho durante la Segunda Guerra Mundial. Los
nombres de Alan Turing y otros precursores de internet y otras tecnologías
contemporáneas fueron invocados como ejemplo; 3) y una tercera fase consistiría
en crear un Banco Público (algo así como el Banco de La Nación Argentina o el
Banco do Brasil) que se ocupe de administrar estos fondos de inversión para, entre
otras cosas, detener la loca carrera inmobiliaria que está aconteciendo en los
últimos tiempos en el sur de Inglaterra en particular.
Entonces, ¿De que hablamos cuando hablamos de un “New
Deal” en el siglo XXI? De la voluntad
política de reconocer que estamos viviendo en una crisis sin precedentes, en la
cual los especuladores financieros no solamente no fueron castigados por la
justicia como fueron premiados y convenientemente olvidados a golpe de las
psicológicamente desestabilizadoras “Breaking News”. De la voluntad política de
no dejarse engañar por los llamados a combatir “fundamentalismos religiosos”
mientras el terrorismo financiero se alimenta y aumenta su impunidad bajo
nuestras narices. Estamos hablando de mantener el optimismo político aún cuando
parezca a contramano del mundo actual.
[1] Profesor
del Curso de Filosofia de la PUCPR (Pontifícia Universidade Católica do Paraná)
Campus Curitiba. Investigador visitante en el CSD (Centre for the Study of
Democracy) de la Universidad de Westminster (Londres, UK), estadía realizada
con auxílio de la Fundação CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento do Pessoal de Nível
Superior) de Brasil.
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