‘Hacer posible lo imposible’; ‘nadie creía que esto [léase: la ajustada victoria electoral
amparada en una campaña de la prensa hegemónica que lleva una década de
mentiras y se apoya en los peores prejuicios y mitos de la clase media
argentina] podía ocurrir, pero ocurrió’
son todas formulas del discurso mágico-[neo]religioso de la autoyuda que los
carapintadas usaron esta vez: los boludos lo llaman ‘conchin ontológico’, o
algo así. Cuando se dice que lo imposible se hizo posible, se está llamando a
dejar de pensar en términos de razones y hechos, para simplemente pasar a
creer, en el sentido de ‘confiar’, de ‘dejarse llevar mansamente’. Cada uno
creyendo y confiando en su casa, y Pratt Gay tomando las decisiones que quepa
tomar.
Para mucha
gente, ese esquema duranbarbesco es más cómodo y agradable que los largos y
articulados discursos de Kristina: allí las decisiones políticas se justifican
con argumentos y consideraciones que llaman a pensar. Cuando Macri tome las
suyas, sólo va pedir que creamos, que tengamos fe en él. Va a pedir que creamos
que lo imposible pueda ocurrir: va a pedir que se crea que las dificultades
generadas por medidas anti-populares y pro-oligarquicas van a ser finalmente
compensadas: la vuelta al conocido estamos
mal pero vamos bien de los noventas, que en la década K los medios
cambiaron por ese incomprensible “estamos bien pero vamos mal” del que se hizo
eco mucha gente.
Es decir:
cuando la gente empiece a sentir los efectos del esperado ‘sinceramiento’ (que
entre otras cosas va a consistir en hacernos ver que la casa que se está
construyendo con el crédito del procrear era sólo un espejismo producido por la
hipnosis colectiva generada por Kristina en sus cadenas nacionales; y que por
eso ya nadie más construye ninguna), se va a pedir paciencia y confianza. Una mansedumbre
que será premiada por un vago regalo de navidad. Como en un film de la Disney o
de Spielberg: música, maestro!
Paul Valery
decía que lo típico de la religión es creer que la creencia tiene un valor
intrínseco, que ella es buena en sí misma; pero eso fue escrito en las primeras
décadas del Siglo XX. En la autoayuda,
en el conchin ontológico, y en las vociferaciones de muchos pastores
protestantes, esa creencia pasó a tener un valor de talismán: la cosa está un
poco cambiada. Allí lo que se insinúa es que cosas como creer que lo imposible puede ocurrir, o dejar de
pensar y de argumentar, y tener pensamiento
positivo, son actitudes que (a la larga) terminarán dando dividendos en
dólares, o en pesos con los que ir a la casa de cambio sin que nadie pregunte
nada (de ahí lo de ‘Cambiemos’).
En MUNDO
MACRI (un parque de diversiones de film de terror) el que trabaja, y no pierde
tiempo discutiendo y criticando, termina ganando. Y la gente apostó a eso. La
insistencia en contraponer la simpatía bobalicona de Macri a los discursos
‘soberbios’ de Kristina, viene de ahí. Entre el argumento y la creencia, la
gente tiene una tendencia innata que la lleva a inclinarse por lo segundo. Pero
no hay otra que seguir argumentando. Además, a esta hora, a los globitos ya se
los llevó el viento; y a Macri se le está cayendo la careta simpaticona: ya se
muestra prepotente y soberbio; ya nos dice se acabó la joda, hay que poner
la casa en orden. Es decir: ya está haciendo sonar las trompetas del ajuste
y de la revancha. Es sólo saber oír; o seguir creyendo.
Gustavo Caponi
Gustavo Caponi
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