jueves, 24 de diciembre de 2015

EL VIEJO TRUCO DEL VENDEDOR DEL MES.




Horacio Luján Martínez[1]

El comprador tiene una necesidad y un deseo. El buen vendedor lo sabe y su estrategia no apuntará a satisfacer ese deseo sino a proponerle un deseo mayor, algo que lo excede y lo  seduce con la idea de que el cielo es el límite y todo es posible. De este modo, el comprador se ve llevado por la retórica del “producto mejor y más completo” a ir mucho más allá de los límites de lo que quería en un primer momento y, seguramente, más allá de lo que pensaba gastar y podía pagar.
         Una estrategia similar es la que siguen los grandes medios de comunicación a la hora de desgastar un gobierno que no atiende sus intereses. Lo llevan hasta su completa inmovilidad política (el caso actual del pedido de “impeachment” de Dilma Roussef en Brasil), o su derrota en las urnas por razones que los propios votantes de la oposición no consiguen explicar de modo claro (el caso de la victoria de Maurício Macri en Argentina).
           Una batalla discursiva por día, cuya palabra llave es “corrupción” es lo que proponen los medios de comunicación frente al gobierno que quieren desgastar hasta su derrocamiento o derrota electoral. El votante, como el comprador, se encuentra en estado de vulnerabilidad, en situación de “pensar a futuro” y, por eso, en el terreno de la conjetura, la hipótesis o de una esperanza más optimista mientras más desinformada.
              Ante una máquina inagotable de denuncia falsamente objetiva, el objeto del ataque – en los casos citados de Argentina y Brasil, gobiernos calificados como “progresistas”- poco puede hacer sino defenderse con un contra-relato. Una narrativa propia que, al evidenciar el ataque del opositor, lo sitúa en el papel de la víctima. La victimización tiene las piernas cortas inherentes a toda reivindicación de pureza y el que ataca lo sabe: el denunciante apócrifo ocupará el papel de víctima cuando sea necesario, para volcar la estrategia de defensa contra el propio atacado. Clarín o la Red Globo pasan de la denuncia y el ataque constantes al repliegue defensivo en nombre de la libertad de prensa, cada vez que sus maniobras son colocadas en evidencia. Así se comienza a anular el poder de acción de un gobierno por mecanismos retóricos de desgaste. El que acusa se reviste de una aurora de impunidad moral. Quienes no comparten o no acompañan la acusación pueden ser objeto de sospecha. Así la psicología de la denuncia exige que las personas se dividan en acusadores o acusados. Quien tenga el monopolio de los medios, tendrá el monopolio de la voz y la palabra acusatoria. La palabra que, en nombre de una emergencia moral, sólo busca destituir un orden que no le es propicio.
Y el votante acaba comprando un auto usado casi al precio de un cero kilómetro, porque le convencieron que la dueña anterior era una viejita que lo usaba para pasear el domingo.


[1] Profesor del Curso de Filosofia de la PUCPR (Pontifícia Universidade Católica do Paraná) Campus Curitiba. Investigador visitante en el CSD (Centre for the Study of Democracy) de la Universidad de Westminster (Londres, UK), estadía realizada con auxílio de la Fundação CAPES (Coordenação de Aperfeiçoamento do Pessoal de Nível Superior) de Brasil.

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