Que Ávila haya desistido, o
la hayan hecho desistir, de la SECRETARÍA DE POLÍTICAS UNIVERSITARIAS no llega
a ser una buena noticia: es sólo un episodio más de la pésima noticia que fue
su designación. Lo que el caso Ávila deja en claro es que, fuera del área económica
(donde el gobierno carapintada tiene un plan claro de devaluación, re-endeudamiento,
re-privatización, desindustrialización selectiva, y de mayor concentración de
la renta nacional), el resto de su política estará librada a los vaivenes de una
irresponsable improvisación cortoplacista. Con excepción de algunas deudas,
grandes o chicas, que el gobierno tendrá que saldar con sus apoyadores, como
esas que tienen que ver con la política de medios, y que ya le fijan algunos
puntos de su agenda, todo lo demás será librado al oportunismo más grosero y a
lo que cualquier avivado pueda manotear. Por eso podrá haber indefinidas
marchas y contramarchas, que Clarin y Nación se encargarán de ocultar. Para
Macri, las universidades que (más o menos) importan son las privadas que dictan
MBAs. El resto, como las políticas sociales del gobierno K, forma parte de la “pesada
herencia”.
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